¿Dónde te pongo?

Me veo obligada a responder
desde que te soñé por cuarta o quinta vez.
Porque aunque en ese sueño sabía perfectamente dónde ponerte,
en la vida real, la pregunta es dónde sentirte.

Mi inconsciente quería tenerte,
construir un lugar especialmente para ti,
como la seguridad que supiste crear para mí
antes de empezar a esquivarme.

Entonces… ¿dónde te pongo?

Quiero que estés ahí,
en esa pared blanca con cubitos,
la que evoco cuando me hago esta pregunta.

En ese paisaje donde vive todo lo que me importa,
todo lo que deseo,
todo lo que me hace feliz.

A veces te pienso planta:
un helecho que se derrama
sin que yo sepa como cuidarlo.

A veces te pienso juguete
metido en su cajita,
pidiéndome que te abra,
para que juegue contigo.

A veces te creo adorno
austero y bello,
oopart inventado por mis pensamientos.

A veces recuerdo:
una fotografía en blanco y negro,
transgresora y diciente.

A veces libro,
algo así como un atlas
de todas las partes de mi mente.

A veces postal gastada, 
con la imagen de un caballero invertido,
que nunca fue correspondencia.

A veces cajita de música,
o artefacto tecnológico,
a veces reloj,
detenido y errado la mayoría del tiempo.

Pero no eres objeto.

Eres demasiado un sujeto
sin posibilidad de conjugarse.

Es por eso que temo
que no exista el consentimiento
para atesorarte
como ese arete perdido
con el que compartiste uno de mis sueños.

Entonces…
¿dónde te pongo?

 Donde pueda mirarte de cerca,

Y donde pueda convertirme
En un objeto de tu deseo.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Yoga – Ka, el camino eres tú.

Epístola dominguera

Sobre la infertilidad