Sobre los recuerdos [I]
Hoy es un día cualquiera, pero este día cualquiera me trae la necesidad de darle el justo valor a esa inclinación que tengo a almacenar recuerdos. No se si se debe a la visita de alguien que me evoca un pasado hermoso y sentido, o a que terminé de leerme un libro, cosa que siempre me deja una especie de vacío existencial efímero hasta que lo lleno con otro, pero lo cierto es que un día gris trae consigo la memoria de otros días grises, amarillos o coloreados, y eso, para mi es un llamado para agitar la melancolía a mis anchas. Recordar, es esa acción que me permite reafirmarme como alguien que ha dejado de ser muchas veces para conservarme intacta en ese lugar profundo, en el que soy algo más que una metáfora.
Recordar con frecuencia me hace sufrir, pero ni en esos
momentos puedo renunciar a hacerlo porque recordar es una de las dos maneras
que tengo de viajar en el tiempo, y es la única que tengo de hacerlo con la
velocidad del pensamiento. Recordar me produce esa sensación casi mágica de
habitarme de nuevo en otro cuerpo y saborear lo que fue, lo dulce, lo amargo y
lo insensato. Recordar me hace querer repetirme la vida con todo y sus
capítulos de relleno con un elenco diferente, porque si yo soy otra, la historia
no puede ser la misma.
Quisiera repetir esa primera vez que te miré a los ojos y me
sostuve ahí sabiendo que el futuro no se parecía a ese momento, pero que mi
anhelo de ti no se acabaría nunca. Quisiera repetir tus palabras parcas, tu
primer abrazo con todo y el temblor que eso provocó en mi mundo, con todo y la
catástrofe evitada por mi pura voluntad de salvarte de mi y de mis
intensidades. Quisiera repetir todas las primeras veces sin sentirlas como
segundas o despedidas.
Me gustaría mucho repetir ese baile inesperado en medio de
una noche que aún no se si fue un sueño o un deseo hecho realidad, ese vals con
la música ausente y suave que nos llegaba desde lejos, que invadía ese escondrijo
que nos habíamos creado para ser libres para querernos.
Quisiera repetir ese momento sentada en un parque sabiendo
que era ahora o nunca, ese sabor a agua salada, esa sensación de marea elevada a
la que se parece mi cuerpo cuando te lloro, aunque ya no me importe haberte
perdido.
Quisiera repetir el dolor desapareciendo y dando paso a una
nueva manera de llorar mi duelo de la persona que nunca seré a tu lado,
quisiera repetir el momento de iluminación en que recuperé las ganas de vivir
aunque fuese sin ti, repetir el llanto de pena y el de resignación.
Quisiera repetir tus manos descansando en mi vientre desprovisto
de vida ajena, cuando aún no sabíamos que existía de manera egoísta y solo para
mí, quisiera repetir la ingenuidad que me fue premiada con risas e ilusiones
vanas.
Quisiera recordar por siempre las palabras que solo te atreviste
a decir una vez, los besos que parecían un consuelo en medio de una vida desolada,
quisiera repetir uno a uno mis días cerca de ti para que no signifiques solo el
olvido.
Quisiera leerte en la mirada las cosas que no te atreves a
contarme, quisiera estar segura de ti y recordar que no me engañaste nunca y
que todo lo malo pasa y que la verdad es solo tuya y que nada se parece al amor
que nos tuvimos, ni al que nos tenemos por más que no sea la misma clase de amor
en este instante de duda.
Quisiera recordar mi forma infantil de amar, mi manera total
de entregarme a una idea y defenderla como si mi vida dependiera de ello.
Quisiera contar con los dedos de mis manos infinitas las muchas
veces que te de dicho que te extraño y recordar ese tiempo en el que no había día
en que no te recordase yo a ti que te amaba con todo el universo que vivía
dentro de mi, desde que nos conocimos.
Quisiera recordar cada sueño en el que nos encontramos desde
que ya no formas parte de mis días, cada conversación ficticia que tenemos en
mi cabeza cuando te cuento que no soy la misma y tu me dices que soy la que
sabías que sería.
Quisiera recordar que me viste crecer, que me viste morir,
que me conociste eterna y me abandonaste a mi suerte para que descubriera que
podía renacer todas las veces, todos los amaneceres, como si pudiese a volver empezar
de cero en otra vida diferente a la vida en la que fui una estudiante y en la que te encarnaste maestro para enseñarme a dejar ir, a desandar una existencia
si me daba la gana en dos días y unos pocos pasos.
Quisiera recordar las batallas, los enemigos invisibles, la
música que no te parecía gran cosa, las estrellas que contemplamos juntos, los
semáforos que decidimos saltarnos corriendo y a pie, el paraguas que compartimos
con la lluvia, el fuerte en el que nos hicimos soldados risueños, la cama en la
que nunca estuvimos solos, la biblioteca que nos tragamos por la nariz por su
olor a madera y poesía, las caminatas solitarias, las lágrimas egoístas, la
debilidad que me consumía cuando olvidaba quien era, la tristeza de encontrarme
ante un puente que no sabía como cruzar, las flores con olor dulce y tendencia
a la muerte prematura, la incertidumbre y la sucesiva certeza de que cada día
trae consigo una nueva memoria, aunque sea un día cualquiera.
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