Virus

Nota: este texto lo escribí hace casi un año, al inicio de la pandemia. Está incluido en mi primer libro y ahora quiero compartirlo por acá.

Desde que aprendemos a hablar nos vemos en la necesidad de buscar las palabras indicadas para expresar lo que pensamos. Pensar es un acto que se nos hace natural pero no tanto así, traducir nuestros pensamientos. Recurrimos a conceptos que nos han enseñado que significan algo, pero lo cierto es que a veces no son lo suficientemente acertados. Por ejemplo, proclamar a alguien tu enemigo a veces es exagerado, pero otras, no es suficiente para proyectar lo pesada que ha hecho tu existencia el otro. Es tu enemigo, quien está frente a ti en actitud de lucha, pero también lo que te afecta desde adentro, desde tu propio cuerpo. Es difícil imaginar que lo que se te opone es algo que no alcanzas a ver ni a distinguir.

Hoy, hay un enemigo cuasi invisible que nos tiene en casa por cárcel, un adversario silente y contagioso que nos está mostrando nuestra fragilidad y nuestra incapacidad para controlarlo todo. De momento, poco sabemos de él, pero sabemos que está tan vivo como puede estar lo que posee código genético. Desde nuestra credulidad apostamos por vencerlo pronto, por volver a nuestro estadio superior como súbdito de un reino con nombre, pero lo mejor sería reconocernos una vez más como mortales que de a poco han conseguido adaptarse a un ecosistema en que el solo somos huéspedes.

Probablemente muy pocos pensamos alguna vez tener que batallar con algo a lo que duras penas puede llamarse organismo, tener un rival a nivel microscópico que puede alojarse adentro de nosotros sin previo aviso, sin dejar un rastro evidente, sin pedir permiso, pero así fue como en cuestión de días este bichito minúsculo y sin capacidad de raciocinio, puso en jaque a toda una humanidad dejándole libertad para dar un solo paso a la vez.

Esta forma de vida y muerte de quinientos nanómetros ha resultado ser multiplicadora de tragedias muy distintas a las que nos habíamos acostumbrado pero sobre todo nos ha unificado al padecerla, nos ha dejado en un estado de indefensión e incertidumbre que nos obliga a recluirnos sin fecha de redención, nos ha vuelto a todos enfermos algunos del cuerpo y a otros de miedo.

Con comportamiento de parásito este individuo sin consciencia saltó de familia dentro de la misma clase para darnos una lección de igualdad y nos destinó para siempre a cambiar nuestro complejo de sapiencia. En poco tiempo hemos comprendido el valor de la empatía y la desgracia oculta en la falsa inmunidad, las muchas formas de entretenernos en cuarentena y las pocas formas de resignarse.

Todos estamos infectados de pensamientos aberrantes y a diario caemos en cuenta varias veces de que nos hace falta algo de esperanza. Nos percatamos de que estamos en riesgo de perder la cordura, pero preferimos perder esto antes que la vida. Cada día buscamos en la fe o en la ciencia la confianza de que existe una cura y evadimos el hecho de que posiblemente nosotros somos el verdadero enemigo, el verdadero virus.


Esta imagen es de https://www.instagram.com/anayala/ quien quiso transmitir otra cosa pero me parece muy acertada para acompañar el texto.

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