Sobre las escaleras
Hay muchas cosas relacionadas a lo construido que se nos hacen demasiado obvias hoy día, pero que cuando a uno le da por pensar detenidamente, se nos revelan como una suerte de invento perfecto. Tal es el caso de las escaleras, esa sucesión de ayudas para alcanzar lo alto, ese facilitador de ascensos cotidianos que nos lleva y trae en una dimensión que antes no tenía manera de ser conquistada por seres no alados como nosotros.
Algunas
veces me ha dado por recrear mentalmente ese primer momento donde algún ser, difícilmente
sapiente e improbablemente homínido, decidió alterar la geografía que habitaba apilando trozos de naturaleza para salvarse de una situación de vida o muerte. Me
da por creer que una escalera primitiva hizo el papel de héroe ayudando a un
afortunado a escapar de un peligro que lo que perseguía en un nivel que parecía único.
Supongo que
construir escaleras fue una de las primeras acciones convertidas en estrategia que
pudo atestiguar el mundo, que un día de tanto ver la ventaja que tenían quienes
vivían en los árboles y se protegían en las alturas, algún alma con más intuición
que inteligencia pudo entender que podía inventarse un artefacto que le
regalase primacía y libertad.
Este
componente tan presente en nuestro universo nos remite sin quererlo a nuestra
consciencia más antigua, a esa Era pasada en la que la única manera de sobrevivir
en un entorno que nos superaba en milenios era comprender la naturaleza y
copiarnos de ella, hasta que estuviésemos listos para mejorarla, si es que esto
es posible. El futuro llegó cuando pudimos levantar la mirada del suelo.
La evolución
de las escaleras habla de la nuestra como seres humanos, porque no nos conformamos
con subir un poco por encima de nuestras cabezas, sino que seguimos estirando el
concepto buscando formas de alcanzar el cielo. Hoy se me antoja la escalera
precursora del cohete. A partir de ella se desprendieron peldaño y
contrahuella, fórmulas para caminar mejor, la noción de pisos y niveles. Gracias
a ellas existen sótanos y buhardillas, se reside en áticos y se construyen
rascacielos, las nubes se acercan a nuestras cabezas y finalmente logramos
mirarlas de frente sin necesidad de volar.
Los que nos
dedicamos al diseño sabemos que proyectar una escalera tiene su ciencia, que la
matemática contenida en sus proporciones contiene a su vez nuestra capacidad
para pisar con firmeza y que su forma de elevarse puede convertirse en una
pesadilla con tan solo milímetros de diferencia. También sabemos que muchas de
ellas son una forma de arte anónimo aunque algunas presuman de áureas y hayan
estado inspiradas por Bramante.
A diario construimos
escaleras que nos permiten llegar a nuestros anhelos, cantamos sobre ellas entendiéndolas
como sinónimos de dirigibles propulsados por nuestro intelecto, las comparamos
con sus competencias mecánicas a las que hemos preferido, olvidando de a
poco que fue su existencia previa lo que las hizo posible.
Las
escaleras nos permiten encontrarnos tanto como elevarnos, nos dan la posibilidad
de superar cúspides de concreto y deseo. Una escalera puede ser una salida o un
arma, un escondite o una manera de ponerse a salvo, pero en todo caso es una
expresión maravillosa de nuestra capacidad para conquistar dimensiones que
parecen imposibles, una revelación de que con nuestros pasos y nuestro raciocinio
podemos lograr lo que otros logran con alas y garras.
❤️ me encantó!
ResponderEliminarla sensación de logro es inmensa y llena de paz cuando la escalera tiene lo mejor de nosotros.
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