La magia
La Magia existe, está ahí.
No solo surge cuando dos miradas se cruzan
para desaparecer en un instante de miedo, de rabia. La magia vuela sobre las cabezas,
aunque llueva, aunque esté húmedo, aunque llores. Se nota en las flores que
hacen reverencias ante las gotas que caen, conservando sus maravillosos
colores, sin desteñirse.
La magia es. La magia soy.
Un cúmulo de preguntas que siempre tienen
respuestas, pero que no siempre pueden ser contestadas.
La magia navega las tradiciones que nos reúnen
luego de miles de existencias en las que te conocí una y otra vez.
La magia crepita, en el fuego que me ha
quemado por accidente, y ha desfigurado mi rostro antes de que fuera otro, uno nacido
de la hoguera.
La magia es la vida con su enorme inconclusión
y desenfreno, con esos anhelos de los que me hablaste esta mañana.
La magia somos tú y yo juntos y juntas y se
viste de mujer que encarna a una madre, a un vientre, a una sangre.
La magia es eso que no puedes agarrar con
las manos para hacerlo añicos porque te dio la gana, ni una figura que puedas
mirar en el espejo detrás de ti.
La magia lleva un vestido de colores y hace
de cada cosa una prolongación de tus tersas manos, de tus maravillosos ojos, y
de tu voz que canta en un lenguaje universal como baila tu cuerpo con la música
del mundo.
La magia está en la luna y se rocía aunque
no la veas, como el maná de los corazones puros.
La magia es maldad tanto como bondad, y se
mete por la nariz de los incrédulos.
La magia está contenida en libros, pero ninguno
iguala mi libro de verdades, ese me hace recordar algo que supe, pero que no puedo
poner en palabras.
La magia astilla, desciende, condena y le
da belleza a todo, incluso a lo invisible, y hace que dentro de todo habite un
ente que lo guarde para siempre y proteja su alma y el alma del mundo.
Hay magia y no admito que lo pongas en duda,
porque es demasiado parecida a tu fe.
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