Sobre los puentes
Los puentes
me fascinan tanto como me asustan y creo que este miedo algo absurdo empezó
cuando era muy pequeña y cruzaba con mis padres el puente Angostura sobre el fogoso
Orinoco, viajando de un lugar a otro para visitar alguna de las mitades en las
que se dividían mi corazón y mi vida de niña. En aquel tiempo me asustaba el
sonido que hacíamos al rodar y por un lapso que parecía eterno, aguantaba la respiración
hasta que llegábamos a tierra firme como ayudándonos por sus manos en forma de nervios.
Gran cantidad de pensamientos fatalistas llenaban mi cabeza propensa a la
fantasía y me imaginaba perdida en aguas turbias tan oscuras como todo aquello
que no alcanzaba a comprender. Más adelante, este miedo lejos de superarse cobró
forma de pesadilla y hasta hoy me invade de manera recurrente mientras intento evadir
la realidad. Con frecuencia el pánico irracional de transitar por una línea
delgada y colgante se mezcla con otro de mis terrores, que es estar en un mar
abierto entre la consciencia y la muerte. Así, de vez en cuando, en medio de las
paradojas con las que alucino dormida, me encuentro ante un camino flotante que
roza un océano desconocido plagado de animales y peligros y me veo en la
necesidad de atravesarlo por un puente segmentado y etéreo. Supongo que todo
eso es un símbolo de otros temores más tangibles, pero de cualquier manera me
hace sentir paralizada.
Tengo toda
mi vida enfrentándome con esta especie de tortura en el mundo onírico y por más
que estando despierta me reto a recorrer puentes en las ciudades que idealizo, por
un instante admito como demasiado real la distancia que me separa de ese punto
seguro al extremo opuesto de mis sentimientos de desamparo. No importa con
quien esté, frente a un puente siempre me encuentro en soledad.
Puede ser que
mi problema con ellos sea la incertidumbre de lo que me espera al otro lado, porque
mi espíritu vive en una batalla constante entre la necesidad de sosiego y aventura,
por eso insisto en descifrar sus apoyos y bastiones y su gusto por riostras y
contravientos que no son más que su manera de sortear las cargas que traen consigo la brisa y las tormentas. Cruzarlos es muy parecido a volar, pero por algún
motivo cuando empiezo se desdibujan mis alas.
Para mí,
puente es al mismo tiempo sinónimo y contrario de duda y para mi inconsciente esta
construcción magnífica que nos deja a salvo en cuestión de segundos, está irremediablemente
unida al concepto de accidente. Su existencia es la evidencia de que un vacío
se interpone entre algo que inicia y el momento en que habrá de terminar, y de
que no hay otra forma de superarse a uno mismo que no sea teniendo el coraje de
dar pequeños pasos sobre algo muy parecido a un trozo de infierno o de cielo,
pero siempre incierto.
Desplegado en el horizonte de un atardecer con colores de fantasía este puente que podría dar seguridad, a muchos le pasa como a ti,otros deciden desplegar sus alas al más allá,algunos dicen
ResponderEliminartendamos puentes.
No sé por qué, pero a mi ese sonido característico del cruce del puente Angostura siempre me daba más bien un sentimiento de aventura, es más solo leyéndote me generaba ese sentimiento.
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