La otra Caro, el otro Juan.
Con cierta frecuencia pienso en lo determinante que es en la vida nombrar las cosas y a las personas, darles títulos, categorizarlas, resumir con letras lo poco de su significado que cabe en ellas. Yo, con mi fascinación por las palabras, termino siempre por atribuirles a los nombres ciertos matices, de modo que, al escucharlos, una sucesión de sinapsis traduzca en mi mente lo que sus portadores generan en mi corazón. Hay nombres que ya están cargados, que han sido habitados antes en mi historia. Pero eso no significa que lleguen con una sensación repetida. Y menos mal que no. Por eso necesito encontrar la manera de que la otra Caro y el otro Juan, suenen en mi boca menos a eco y más a fortuna. Que sirvan no para ampliar mi vocabulario, sino mis formas de sentir. Todavía no doy con la forma de dejar de referirme a la chica de las esencias como “la nueva Caro”, solo porque alguien con su mismo nombre la antecede y sigue muy presente en mi vida. La verdad es que se me complica...